EL PUERCO SILVESTRE O JABALI.
A este barrio se le conoce una solo leyenda, contaban algunos habitantes
de ese lugar, aproximadamente corría el año d 1903, que una señora llamada
Macrina Ballinas, tenía un puerco que lo compro con el señor Eusebio Ortega
Bautista, del barrio de Cuxtitali, pero el puerco no engordaba, por más maíz y
desperdicio que le daban a comer. El puerco salía a las calles todas las noches
para espantar a la gente que encontraba.
Se le paraban los pelos del lomo, igual a u n puercoespín y abría la
trompa como un león para morder a quien encontraba ¡Señor mio…! ¡Echaban a
correr…!
Tras de ellos iba el malvado puerco gruñéndoles queriéndolos alcanzar
par morderlos, algunas personas los alcanzaba, pero no las mordía, porque iba
corriendo solo les daba el trompazo y las tiraba con el hocico, allí los dejaba
sin hacerles más daño.
Empezaron diciendo que era el demonio mismo, otras personas decían que
ese mal espíritu era compañero de los malos espíritus del barrio de Mexicanos y
que por lo tanto se debía de conjuntar todo el barrio, con las oraciones del
señor obispo, para que ese animal se fuera.
Se reunieron varias personas y fueron hablar con el obispo: diciéndole
lo que les pasaba. Él les dijo: que no tuvieran miedo, que oraría para que ese
mal espíritu se fuera del barrio. Las personas que platicaron con el obispo
regresaron más tranquilas, pensando que las oraciones del prelado valían mucho,
que pronto ese demonio se iría del santo barrio de la transfiguración.
En una noche de luna llena y el cielo despejado, alguien vio que el
marrano embrujado se encontraba siguiendo una puerca en celo, desde luego la
marrana era de alguien de ese barrio. Los sitios de las casas no estaban
cercados, los animales andaban sueltos en las calles, es por eso que aquel
puerco silvestre no tan fácil se identificaba a ligera vista debido a la
oscuridad de la noche pero si, fue reconocido muy bien entre otros puercos. Por
la claridad de la luna.
Al siguiente día, todos comentaban lo que esa persona vio. Al
reconocerlo muy bien, lo que decía con
tal seguridad, aquel puerco que seguía a la puerca en celo, más bien parecía
ser un jabalí. El esposo de Doña Macrina fue el que puso de acuerdo a otras
personas para matar al puerco malvado
que tanto mal ya les había causado.
Así lo hicieron…
En una noche de la misma semana se armaron con palos, picas, lanzas,
machetes y escopetas de chimenea, que las fabricaban en ese barrio. Salieron a
las calles más de treinta hombres, a buscar al enemigo nocturno para liquidarlo
de una buena vez. Decían algunos del grupo: ahora que estamos decididos, puede
que no se aparezca el desgraciado cochino. Estuvieron esperando que asomara,
pero eran las cuatro de la mañana, habían recorrido todo el barrio y no lo
encontraban. Varios del grupo se fueron a dormir, los pocos que quedaron hasta
cuatro y media de la madrugada, dijeron que ya se iban a ir a descansar. Muy
cerca de la casa de Doña Macrina se
apareció el puerco del infierno, allí alguien le dio un machetazo, pero el
marrano luego desapareció, por más que lo buscaron no lo encontraron.
Cuando se hizo de día, Doña Macrina le fue a dejar maíz y lo encontró herido de una pierna, como si
le hubieran dado un machetazo, entro al lugar donde su esposo descansaba,
estaba bien dormido, pero lo despertó. ¡Mira Clemente!, el marrano, alguien le dio
un machetazo en la pierna derecha y no se puede parar. Ni modos… este es el que
anda espantando a toda la gente de nuestro barrio. Se levantó Don Clemente;
cansado, soñoliento, afilo los cuchillos, entre él y sus dos hijos mataron al
cerdo y lo compusieron.
Al estar comiendo la carne se dieron cuenta que el sabor era diferente a
la de puerco, pues la verdad es que era jabalí, de los que se adherían a las
manadas de puercos que traían de la selva.
Referencia: M. en C. Rafael Narvaez Lievano.
Referencia: M. en C. Rafael Narvaez Lievano.
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