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Leyenda de Las Piedrecitas

EL GUAJOLOTE EMPLUMADO.


Cuando yo trabajaba en la Cañada, Tenejapa, pasaba por Las Piedrecitas, en una ocasión de tantas, me encontré con un señor, que también iba para Tenejapa, nos hicimos compañeros de viaje de allí fuimos platicando. El me conto lo del Jolote Emplumado mmmmdiciéndome: que unos señores de las Ollas eran brujos muy malos que hasta se convertían en guajolotes y otros animales raros.
Les diere que el señor tenía 72 años de edad, se llamaba Isidro López Gómez y era nativo de las Piedrecitas, él me dijo: Transcurrían los años de 1890 a 1891, cuando existió un señor que su esposa lo transformaba en guajolote y lo llevaba cargando a Las Piedrecitas para venderlo allí.
Mucha gente estuvo cayendo en ese engaño.
Quienes lo compraban, por las noches lo dejaban amarrado o dentro de algún corral, al siguiente día no lo encontraban, porque a las doce de la noche terminaba el hechizo, el hombre regresaba a su casa, ahí se estaba con su esposa hasta que terminaba el dinero que les daban por la compra del guajolote emplumado. La señora María Patishtan volvía a convertir a su marido y se lo llevaba nuevamente  a la gente de Las Piedrecitas, porque era el poblado que le quedaba más cerca, así lo estuvo haciendo por mucho tiempo, hasta que una ocasión, la señora que lo compro no tenía donde dejarlo por la  noche, entonces decidió amarrarlo en la pata de su cama.
Todo se quedaron dormidos, el guajolote brinco hacia arriba de la cama, allí se quedó dormido sin despertar a las doce de la noche, cuando de repente sintió una patada, despertó rápidamente se desato el pie, abrió la puerta y salió corriendo. Despertaron todos, encendieron velas y dijeron: ¿Qué paso que no está el jolote?
 Una muchacha dijo: ¡Yo sentí con mis pies que era un  hombre el que está durmiendo!
Pronto se dieron cuenta que la puerta estaba abierta.
¡La señora grito; aquí se fue ese desgraciado brujo, ladrón, sinvergüenza, que se hace pasar por jolote!
Al día siguiente empezaron a contar a toda la gente lo que habían vivido la  noche anterior.
Así sacaron conclusiones que era el mismo jolote.
Al segundo día de este suceso, el señor que le hacía de guajolote fue a buscar trabajo en Las Piedrecitas para saber que se decía del tal jolote. Escucho las maldiciones que le echaban, los deseos que tenían de verlo muerto y querían saber quién era para hacerlo devolver todo el dinero que se había llevado de tantas veces que había sido vendido.
Regreso a su casa, le conto todo a su mujer.
Así pasaron varios meses, pero cuando la necesidad les apretó, volvieron hacer lo mismo. Otra señora lo compro sabiendo que por la tarde de ese día lo mataría ya que al día siguiente era su cumpleaños. Fue así como prepararon los cuchillos y las sartenes para recibir la sangre. Al ir por el guajolote para matarlo, no dejaba acercarse a nadie, los picoteaba, los pateaba y los aleteaba a todos los que quisieran agarrarlo.
El dueño de la casa dijo: ahorita saco la escopeta y le daré un tiro, en eso reventó el lacito con que estaba amarrado, salió volando hacia el monte que estaba muy cerca, lo fueron a buscar, pero empezó a llover, el guajolote se metió bajo un matorral, ahí se quedó toda la noche, porque estuvo lloviendo sin parar.
El jolote a las doce de la noche recobro la forma primitiva, pero el señor no podía andar, estaba entumido, allí se quedó hasta el día siguiente, que llego su esposa a buscarlo y lo encontró casi muerto de frio, lo llevo con mucho trabajo y no volvió a permitir ser guajolote.

Referencia: M. en C. Rafael Narvaez Lievano.


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